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Identificar los primeros síntomas del ictus, clave en la recuperación del paciente

En España se diagnostican 130.000 casos de ictus al año. Es la principal causa de discapacidad en el adulto, la primera causa de muerte en mujeres y la segunda global. Una de cada seis personas padecerá un ictus a lo largo de su vida. Hoy Día Mundial del Ictus, recordamos, junto a la especialista en Neuropsicología del Grupo HLA, Rosa Coba, la importancia de conocer cuáles síntomas del ictus y  actuar con rapidez ante un posible caso.

 

¿Qué es el ictus?

El ictus es una alteración de la circulación sanguínea en el cerebro que se inicia de forma brusca. Dichas alteraciones son principalmente de dos tipos: la interrupción de la circulación (isquemia, 75% de los casos) o la rotura de una arteria o vena (hemorragia, 25 %).

En los ictus isquémicos, se produce una obstrucción que impide la normal circulación de la sangre por el cerebro y puede tener a su vez dos orígenes:

  1. Por la formación un trombo en las propias paredes del vaso sanguíneo (ictus trombótico)
  2. Porque dicho trombo llega desde otra parte del nuestro organismo (ictus embólico).

En el caso de las hemorragias, la sangre que sale y se “estanca” fuera del vaso puede provocar daños importantes en el funcionamiento del cerebro.

Debemos tener en cuenta que la anormal circulación en el cerebro, aún en los casos más leves, provoca daños en las neuronas de las áreas en las que se encuentre el problema circulatorio y esto se traduce en una pérdida de funcionalidad.

 

Factores de riesgo

Se estima que el 80% de los ictus se pueden prevenir y para ello es esencial conocer y actuar sobre los factores que pueden desencadenar el problema. Algunos de ellos son:

  • Tabaquismo.
  • Colesterol elevado.
  • Hipertensión.                                                                                
  • Obesidad.
  • Sedentarismo.
  • Diabetes.
  • Alcohol.
  • Drogas.
  • Problemas cardíacos (fibrilación auricular en especial).
  • Estrés.

Según Rosa Coba, debemos evitar todos estos factores de riesgo que influyen en el ictus y, además, cuidar nuestra reserva cognitiva cultivando nuestra capacidad intelectual o dicho de otro modo, de la calidad y del estilo de funcionamiento cognitivo anterior  a un ictus, va a depender en gran medida la materia prima sobre la que el neuropsicólogo ha de sustentar las estrategias rehabilitadoras y compensatorias en un paciente.

Cuidar nuestra salud mental e intelectual es sinónimo de disponer de unos “cimientos óptimos” sobre los que rehabilitar el daño cerebral moderado o leve va a ser, a priori, más fructífero. Leer, hacer ejercicio, escuchar música, tocar un instrumento, el cálculo mental, aprender cosas nuevas, fomentar el pensamiento divergente son ejemplos relacionados.

 

¿A qué síntomas del ictus debemos prestar mayor atención?

Los síntomas del ictus suelen aparecer de forma brusca, inesperada, por tanto hay que estar muy alerta para actuar con la mayor rapidez posible. Es un motivo más que suficiente para llamar a emergencias si aparece:

  • Flaccidez o parálisis facial (pídele que sonría y torcerá los labios).
  • Pérdida de fuerza/entumecimiento en un lado del cuerpo en brazos y/o piernas (pídele que levante los brazos).
  • Visión borrosa, doble o pérdida de visión de uno o ambos ojos.
  • Confusión.
  • Problemas de lenguaje tales como no poder hablar o no poder encontrar las palabras adecuadas o bien no comprender lo que le decimos (hazle preguntas sencillas)
  • Fuerte y súbito dolor de cabeza sin causa aparente.

Recuerda que se puede presentar uno de estos síntomas del ictus o varios simultáneamente.

¿Cómo se trata el ictus desde el punto de vista neuropsicológico?

El trabajo neuropsicológico gira en torno a estudiar las consecuencias que una lesión en el sistema nervioso central genera a nivel cognitivo, psicológico, emocional y conductual, como ocurre en el caso de un ictus.

Factores como la localización, extensión, circulación colateral, otros factores relacionados con la salud y personales del paciente así como las técnicas médicas que se han empleado en el control del ictus, influirán en el pronóstico.

Una vez que el paciente ha superado la fase aguda se deben evaluar las funciones cognitivas superiores, tales como:

  • Percepción.
  • Orientación.
  • Lenguaje.
  • Praxias.
  • Atención.
  • Lecto-escritura.
  • Memoria.
  • Funciones ejecutivas al tiempo que valoramos a nivel emocional al paciente.

En resumen, se valora de forma global a la persona ya que somos mucho más que la suma de partes.

Con el resultado de dicha evaluación, se diseña un programa rehabilitador que tiene como objetivo final restablecer la mayor calidad de vida posible en el paciente y su familia. Para ello se establecen objetivos terapéuticos que nos van a permitir compensar, estimular y restablecer funcionalidad en el paciente en gran medida gracias a una magnífica característica que posee el cerebro: la plasticidad. Los especialistas trabajarán la plasticidad del cerebro del paciente para potenciar las funciones preservadas tras el ictus, así como compensar y estimular las que están dañadas.

 

Recuerda:

  • En España cada seis minutos se produce un ictus.
  • Los factores de riesgo que más influyen son la fibrilación auricular, el sedentarismo, tensión arterial y colesterol elevado, el tabaquismo, entre otros.
  • Actuar rápidamente ante cualquier síntoma de ictus será esencial en la recuperación del paciente. Cada minuto cuenta.
  • Los neuropsicólogos diseñarán un plan personalizado para cada paciente y su familia con la intención de optimizar su calidad de vida.